El impulso a la bicicleta, adorno político del gobierno: Sandro Cohen
En su libro Zen del ciclista urbano, el escritor propone
meditaciones necesarias para pedalear con seguridad en la capital, una
ciudad que, advierte, "carece de política de movilidad".

Vianey Fernández/milenio
Después de escribir uno de los manuales de redacción más socorridos
(Redacción sin dolor), de ser parte de de la llamada Generación de los
50, publicar libros lo mismo de poesía que de crónica y entrarle a la
crítica literaria, decidió poner a 'rodar' las letras. Se topó con la
incredulidad de que un escritor escribiera sobre la disciplina de
ejercitarse, de andar en bicicleta. Murakami y su afición por correr
eran entonces el ejemplo más inmediato y tal vez el más conocido; con
base en él, Cohen convenció a la editorial Planeta de publicar las 85
meditaciones que conforman su libro Zen del ciclista urbano.
¿De qué hablas cuando hablas de montar una bicicleta?
Para
mí es más fácil hablar y escribir de lo que conozco. Como soy ciclista
urbano y utilizo la bicicleta para moverme a todas partes, vi que mucha
gente le tiene miedo a usarla en la ciudad. Pensé que podía ser muy
efectivo escribir un libro para aquellos que quisieran utilizar la
bicicleta en una urbe, como la Ciudad de México o Guadalajara, sin que
expongan innecesariamente sus vidas.
¿Pero es solo una problemática de la Ciudad de México? ¿Cómo están las demás ciudades de Latinoamérica?
Hasta
donde he sabido, no hay mucha diferencia; sé de Bogotá, de Buenos
Aires, por ejemplo, y son básicamente los mismos problemas. En general
vamos muy mal. Independientemente de que haya ciclovías o no, es
necesario cambiar la conciencia de la gente, primero porque los
automovilistas te ven como un problema, les ¡estás quitando espacio! Por
otra parte, en las urbes la gente siempre tiene que ir a toda
velocidad. En ocasiones me rebasan a mil por hora y, 20 segundos
después, los saludo en el semáforo. Ponen mi vida en riesgo solo para
llegar rapidísimo al semáforo en rojo.
¿Es cierto lo que
dice en su libro, que un automovilista con prisa produce los mismos
niveles de testosterona que 25 perros tras una hembra en celo?
Si,
por eso le nombré a esa meditación "En horas pico, ¡cuidado con el
perro!" (risas). Es la adrenalina, la testosterona, el andar en este
estado de excitación y prisa. Eso es sumamente peligroso, porque en ese
estado de agresión cualquiera es blanco fácil para desquitar esta
necesidad de ganarle al otro.
¿No le parece que los
esfuerzos por promover el uso de la bicicleta, aparte de un programa
como Ecobici, debieron ir acompañados de una campaña de concientización?
Estoy
convencido de que el impulso que el gobierno ha dado a la bicicleta ha
sido puramente de adorno político; el esfuerzo no lo hicieron de todo
corazón y de todo cerebro. No hay una política holística de movilidad en
la ciudad, dejan a las delegaciones poner tramos de ciclo vías, pero no
se conectan entre sí. Y los automovilistas, vamos, ni las mismas
patrullas respetan los tramos destinados al ciclista, hasta los peatones
se suben a los puentes destinados a nosotros. De ahí que no todo el
mundo haya perdido el miedo de andar en el tráfico, y cómo hacerlo si en
lo que va del año ya han matado a tres ciclistas. Castigan al ciclista
porque no han creado una corriente a su favor. Han sido solo medidas a
la mitad, tibias.
Usted es un ciclista en contra de las ciclovías...
En
la Ciudad de México están mal hechas y son peligrosas porque el camión
de la basura, las patrullas, los diableros usan las ciclopistas. A mí
como ciclista esto me obliga a usar el carril de flujo de tránsito, y es
peligroso salir del carril de la ciclopista si un camión de basura o un
diablero lo está ocupando, rebasarlo y volver a entrar. Además, no
sirven para gran cosa, sirven para que los delegados hagan caravana con
sobrero de ecologistas, porque no se conectan entre sí, forzosamente
para ir del norte al sur de la ciudad debes agarrar los carriles de los
automovilistas.
¿Qué bicicleta tienes?
Una
tricross, y quise comprar una roubaix, que es más ligera, más de
carrera, porque iba mucho al Autódromo Hermanos Rodríguez antes de que
comenzaran a remodelarlo. En ellas he conocido de una manera distinta la
ciudad.
¿Y tu viaje más extraño?
Creo que
siempre que llueve es todo un fenómeno andar en bici. Si empieza a
llover me empieza una euforia y quiero cantar y seguir y seguir...
aunque tienes que tener más cuidado, es una gran alegría anormal. Sentir
las gotas de agua en la cara... la lluvia es un recuerdo muy intenso de
que aún dentro de una gran ciudad se puede estar en contacto con la
naturaleza.
Aunque tiene dos, ¿nunca ha pedaleado la bicicleta de otro?
Nací
en Newark, Estados Unidos, tengo muchos años viviendo en México y por
lo menos 35 años impartiendo clases o cursos de redacción de español y
siempre me ha parecido algo tan curioso el argot y el doble sentido del
mexicano. Y no, no es bueno pedalear la bicicleta que no sea de uno,
¿para qué meterse en problemas? (risas).